A san José

José que en sueños sabías,

la voz de Dios escuchar

al tiempo que obedecías,

tú te dejabas moldear.

Tu corazón noble ardía,

cuando cedías al amor,

ni la norma, ni el honor,

tu voluntad detendrían.

Trabajador que vivía

en alegría y humildad,

el cielo y la humanidad,

lo eterno y lo pasajero,

toman ahora un matiz nuevo

en una carpintería.

Tu grandeza carpintero,

ser esposo de María,

entrar en la economía

de la encarnación primero.

Viste a Jesús, fiel obrero,

día a día progresar

en estatura y en gracia,

ante los hombres andar.

La ternura de Dios Padre

tu supiste reflejar,

le tomaste entre tus brazos,

le enseñaste a caminar,

a quien un día en la cruz

salvaría a la humanidad.

Daylenis Lara Rodríguez