Bonifacia Rodriguez

compromiso con la mujer trabajadora pobre

Orígenes sencillos

La mayor parte de los hombres y mujeres que habitaron el siglo XIX español, como en cualquier época, no sintieron que estaban construyendo una página de la historia, sin embargo fueron protagonistas silenciosos/as de una realidad que se iba escribiendo con su crecimiento humano. Ahí, en esta encrucijada histórica y como una de tantas, reposa la vida de Bonifacia. Ella será testigo de esta época, participará de sus ilusiones y decepciones, se hará preguntas, buscará respuestas y luchará por allanar el camino en el mundo de la mujer trabajadora y pobre.
 
Nace en Salamanca el 6 de junio de 1837 en una humilde vivienda de una pequeña calle de nombre las Mazas, en el barrio cercano a la Universidad. Va creciendo en medio de la inseguridad que da la pobreza, cambiando con frecuencia de casa, según las coyunturas familiares lo permitían. Desde muy joven colabora en la sastrería de su padre, cuida de sus hermanos, sufre y se alegra con los suyos, asume las estrecheces y la dureza del trabajo. Cuando termina los estudios primarios, comienza a prender el oficio de cordonera insertándose así en el mundo del trabajo artesanal, sin más ambiciones que ganarse el pan con la habilidad de sus manos.
 
En noviembre de 1865 cuando se casa su hermana Agustina, instala un taller propio de cordonería, pasamanería y otras labores. En él comienza a hacer realidad en el día a día su experiencia de encuentro con Dios en el trabajo, al estilo de la casita de José en Nazaret.
 
 

Una apuesta por la mujer trabajadora

La situación ambiental era conflictiva, se estaba derrumbando la I República. La fundación debía apresurarse y así, el 10 de enero de 1874 las siete primeras Siervas de san José comienzan a hacer realidad el sueño en la propia casa de Bonifacia. Ella siente que aquello que había constituido su hogar, aquello tan cotidiano, tan vulgar incluso, se convertía en el espacio para una vocación, para un nuevo proyecto.
 
 
Butinyá les escribe unas constituciones rompedoras que nacían de la experiencia de Jesús, que siendo uno de tantos en una aldea de Nazaret dijo con su vida que ser persona es algo más que inmediatez y éxito y que la salvación de Dios pasa por la esencia misma del ser humano, por sus esperanzas y frustraciones, por sus manos y su mirada.
 
 
La Congregación inicia su andadura dispuesta a hermanar oración y trabajo, en un escondido taller. Con la única pretensión de testimoniar en medio del mundo que es posible la fraternidad en el trabajo, construyendo espacios que ayuden a ser personas criticas y libres.
 
El Reglamento de los talleres que Butinyà les entrega será la concreción de su proyecto de vida. En él Bonifacia se mirara siempre y a él se mantendrá fiel, a pesar de las oposiciones y contradicciones, en su tarea de animar la comunidad. A lo largo de su vida se irá identificando con el estilo de José de Nazareth, consciente de que también ella estaba construyendo un hogar para Dios .
 
Bonifacia pone todo lo que tiene, al servicio de esta empresa: su casa, sus cosas, su persona. Conoce el trabajo, la privación y el esfuerzo, pero sabe que Dios la quiere ahí enraizada en la vida, creciendo desde el esfuerzo diario, construyendo desde su pequeña historia humana y sencilla.

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