Carta a la Congregación 25 de marzo 2020
Madrid, 25 de marzo de 2020
A todas las Comunidades-Taller de la Congregación
Queridas hermanas:
Acabamos de celebrar este año la fiesta de san José de una manera diferente, tal vez, extraña, incluso nos atreveríamos a decir que irreal. La vida nos sorprende a menudo, unas veces son sorpresas agradables y reconfortantes, pero otras, son desconcertantes y difíciles de entender. Así nos ha ocurrido en este momento con la muerte repentina e inesperada de nuestras hermanas, Yolanda Bocanegra e Immaculée Maloba, en Zambia.
Muchas de vosotras nos habéis ido preguntando cómo fue el accidente y ahora queremos relataros brevemente las circunstancias en que ocurrieron los hechos. Al tener noticias de que tanto en la República Democrática del Congo como en Zambia se iban a cerrar las fronteras debido al coronavirus, Yoli tuvo que acortar su visita a la Comunidad de Solwezi y regresar al Congo. Ella e Imma, que la acompañaba hasta la frontera, salieron de Solwezi sobre las 5 de la mañana del día 19 en el coche de la diócesis junto con un grupo de voluntarios alemanes que iban a regresar a Alemania desde Lusaka, la capital de Zambia. El accidente se produjo cuando llevaban alrededor de una hora de viaje. Según testigos, el coche se desvió del carril, atropelló a dos jóvenes que también murieron y se volcó. El resto de los ocupantes están heridos de diversa consideración.
Como es normal en circunstancias como esta, surgen muchas preguntas difíciles de contestar y no es fácil encontrarles sentido a acontecimientos tan duros como el que acabamos de vivir. Pero el Dios Abbá de Jesús nos sostiene y acompaña, ayudándonos a vivir, en medio del dolor y la tristeza que nos produce, con esperanza y fe.
Llevamos siete meses en Zambia, estamos apenas empezando la presencia del Carisma en ese país, las hermanas están construyendo nuestra presencia en Solwezi, poco a poco, ladrillo a ladrillo, paso a paso. En medio de este incipiente camino, las vidas de Yoli y de Imma se convierten en granos de trigo que caen en la tierra y mueren (cf. Juan 12,24). Ellas forman ya parte de la tierra de Zambia de una forma única y misteriosa que sólo desde la fe es posible acoger. Sus sueños, sus deseos compartidos en la misión no desaparecen, sino que fecundan de esperanza nuestro proyecto congregacional y nos piden seguir adelante, confiar y acompañarnos para salir fortalecidas de este duro momento.
Esto se está haciendo ya realidad, pues, Ana Isabel Ángel y Erlinda Garaci, nuestras hermanas de la Comunidad-Taller de Solwezi, no han estado solas ni un solo momento. Tienen el apoyo constante del obispo Mons. Charles Kasonde y de toda la diócesis. Las hermanas de otras congregaciones se turnan para acompañarlas cada día. La comunidad cristiana de la parroquia de la Catedral, a la que ellas pertenecen, les demuestran con muchos detalles que no están solas. Las muestras de cercanía y apoyo que reciben manifiestan que ellas y la Congregación son acogidas y valoradas en la Diócesis de Solwezi y que ya nos consideran parte del pueblo, de la gran familia cristiana de Solwezi.
Este acontecimiento, sin duda, ha reforzado nuestros vínculos como Congregación, nos hemos sentido muy cerca y el dolor ha sido más llevadero porque lo hemos compartido y nos hemos sostenido unas a otras. Como Equipo General nos hemos sentido muy acompañadas por todas vosotras, por toda la Familia Josefina y por muchas otras personas que se han hecho presentes de formas diversas. Vuestros gestos y palabras de cercanía, cariño, apoyo y oración nos han ayudado a vivir con entereza y serenidad este momento. Para nuestras hermanas de la Zona África, especialmente, para Ana Isabel y Erlin, vuestros mensajes y oración les han dado aliento, compañía y valentía y, aunque no hemos podido estar físicamente con ellas por las circunstancias que vivimos en el mundo, han sentido la presencia de toda la Familia Josefina de otra manera y, aunque en la distancia, no menos real. Os invitamos a seguir estando cerca de las hermanas de África, especialmente de Ana Isabel y Erlin para que, poco a poco, vayan asumiendo la experiencia tan dura que les ha tocado vivir y puedan retomar el día a día con esperanza y compromiso renovado.
Por otro lado, todas estamos enfrentando tiempos difíciles a causa de la pandemia del coronavirus que tantos problemas y dolor está produciendo. En todos los países donde estamos, se están tomando medidas para combatir el virus, romper la cadena de transmisión y erradicarlo completamente. Esta crisis nos muestra con crudeza, quizá más que nunca, la precariedad y vulnerabilidad de la vida humana. Este virus nos está haciendo conscientes de que vivimos en una casa común, que todos y todas estamos interconectados, y que la crisis que tenemos en común necesita una respuesta común.
En medio de la difícil situación, hay destellos de esperanza que nos habla de que Dios está presente en nuestra vida y en el mundo. En estos momentos, descubrimos con agradecimiento la capacidad que tenemos las personas de generosidad y entrega. Sabemos que hay muchos profesionales de la sanidad luchando en primera línea para tratar y cuidar a los infectados, personas que están trabajando en tiendas, panaderías, supermercados, farmacias, fábricas, bancos, en la agricultura, en el mar y diferentes medios de transporte para que tengamos comida, medicamentos, equipos de protección individual, etc. Los gobiernos están trabajando contra reloj para hacer frente a la pandemia, los cuerpos de seguridad, los basureros y trabajadores de la limpieza, carteros y otros funcionarios trabajan para que haya orden en nuestros pueblos y ciudades, y nos sintamos todos y todas seguras en nuestras casas. Cada día vemos a los y las periodistas jugándose la vida para que tengamos acceso a la información y a las noticias.
Conocemos también muchas iniciativas en todo el mundo por parte de la sociedad civil, ONGs, vida religiosa, iglesias y empresas para ayudar y apoyar a los gobiernos e instituciones a afrontar de la mejor manera la crisis sanitaria que vivimos. Hay colegios, hoteles y otros establecimientos ofreciendo sus espacios para convertirlos en centros hospitalarios o en casas de acogida para las personas sintecho. Todos los días a las 20 horas, en toda España, la gente se asoma a las ventanas y balcones para aplaudir al personal sanitario que lucha directamente contra la pandemia y que, a su vez, son las personas más expuestas al contagio. Son gestos pequeños y grandes que nos muestran de que Dios está con nosotras/os, que nunca nos abandona.
Nosotras también estamos llamadas a ofrecer nuestro granito de arena, a solidarizarnos con nuestro mundo, haciéndonos cercanas, al mismo tiempo que observamos la recomendación al distanciamiento social, a compartir con los pobres y necesitados, hacer voluntariado cuando lo consideremos oportuno, a preparar liturgias y oraciones comunitarias y virtuales que nos ayude a buscar profundamente lo esencial de la vida, etc. Este tiempo de aislamiento y confinamiento dentro de nuestras casas es una oportunidad para que convirtamos nuestro hogar en espacio sagrado en que podamos reforzar nuestros vínculos comunitarios, tener momentos de reflexión, oración, diálogo y ocio, y fortalecer nuestra formación. Sería bueno compartir nuestras experiencias e iniciativas a través de la página web, tanto en el espacio público como privado, y a través de nuestro grupo de WhatsApp, Redssj.
En este tiempo de cuaresma, el Señor nos invita a hacer nuestro el dolor y el sufrimiento de nuestros hermanos y hermanas. Lo que el mundo más necesita en este momento, lo que espera de nosotras son mensajes de esperanza y confianza. Busquemos el modo de decirle y de decirnos que el dolor, el sufrimiento, la muerte no tienen la última palabra porque la última palabra es la Vida. Una Vida que se va colando en las pequeñas historias cotidianas de superación, de esperanza, de compromiso que cada día conocemos.
Que este tiempo nos enseñe a valorar lo plenamente humano y nos ayude a descubrir con más fuerza al Dios de entrañas maternas, que sostiene nuestra vida y que siempre busca lo mejor para cada ser humano.
Estamos seguras de que saldremos de esta crisis mundial y del dolor por la muerte de Yoli y de Imma más unidas como Congregación, más solidarias con el mundo y con una fe renovada en el Dios de la Vida.
¡Feliz día de la Anunciación! Que la Buena Noticia siga encarnándose en nuestra vida y nos llene de Vida y Esperanza como a María.
Con mucho cariño
Lillian Ocenar, Juana Mª Medina y Ana Mª Ferradas.