Celebración de Pre-Pascua en Cajar (Granada)

Toda una experiencia

Tras reposar durante unos días la experiencia del retiro he de decir que ha sido un fin de semana de reflexión, convivencia y encuentro con el Señor. En medio del ritmo acelerado del día a día, detenerme a contemplar la Cruz y la Resurrección me ha llevado a reconocer mis propias heridas, mis caídas y también el gran amor de Dios que nos tiene a cada uno de nosotros. Él no nos pide perfección, sino que nos ama tal y como somos con nuestras luces y nuestras sombras.

Este retiro se dividió en tres momentos:

Jueves Santo: El amor se arrodilla

El Jueves Santo fue un momento profundamente liberador a nivel personal ya que trasladamos la imagen de Jesús lavando los pies a sus discípulos al grupo que formábamos parte   del retiro. Fue una dinámica especial ya que mirando hacía mi interior me hizo sentir una mezcla de un perdón inmenso, gratitud y asombro durante este acto.

Viernes Santo: El silencio de la Cruz

El Viernes Santo fue, sin duda, el día más intenso. Contemplar a Jesús crucificado fue imposible no sentir dolor, tristeza, incluso impotencia durante el Vía Crucis que realizamos. Pero también entendí que ese dolor tenía un sentido: no era el fracaso de un hombre, sino el triunfo que ahora da sentido a nuestra vida, el AMOR.

Domingo de Resurrección: La alegría que no muere

El Domingo de Resurrección llegó con   alegría y esperanza. Todo lo vivido cobraba sentido: la muerte no tiene la última palabra.
Todo esto me hizo sentir una certeza interior de que Dios me acompaña en cada paso que doy, bueno o malo, y que la Vida Eterna me invita a ofrecer un servicio a los demás sin esperar nada cambio como hizo Él. Porque a veces nuestras acciones, pensamientos y deseos están muy alejados de ese enfoque, con lo que debemos reconocer nuestras debilidades para encontrar el mejor camino que nos lleve hacía el Padre, ya que siempre está dispuesto a recibirnos con los brazos abiertos sin importar nuestras caídas. El domingo acabamos con una Eucaristía muy nuestra, fue sencilla, cercana  y participativa.

Este retiro además de una experiencia religiosa, de mirar hacia nuestro interior y hacernos muchas cuestiones fue un reencuentro con los asistentes, creando y fortaleciendo lazos de amistad entre lágrimas y sonrisas. Mi sentimiento es de gratitud a cada una de ellos y a los organizadores por todo lo compartido. Y como no, también agradecida a las Siervas de San José por su disposición a recibirnos en su casa con tanto cariño.

¡FELIZ SEMANA SANTA!             

                                                                   María Morales.

         Grupo Laicos. Granada.