David, un corazón habitado por Yahveh

David, un corazón habitado por Yahveh.

Abigail estaba tejiendo junto a las otras mujeres de la corte. Juntas pasaban largos ratos de trabajo y conversación. Algunas eran hebreas, pero otras habían sido traídas por sus padres de distintas regiones del mundo, unas eran griegas, otras egipcias, alguna etíope, pero todas vivían en Jerusalén.

Un día mientras tejían un nuevo tapiz una de ellas se dirigió a Abigail, la esposa de David:

– Se dice por ahí que el rey David tu esposo fue elegido de entre sus siete hermanos por el profeta Samuel y que nadie esperaba esa elección. Preguntó Mut, la princesa egipcia.

– Sí, Samuel, el profeta, cuando Yahvéh se sintió arrepentido de haber constituido rey a Saúl, recibió de Yahveh el encargo de visitar Jesé y ungir de entre sus hijos al rey de Israel. Contestó Abigail siguiendo con su tarea.

Otra de las mujeres se unió a la conversación:

  • ¿Samuel sabía ya a cuál iba a elegir? Porque David es un hombre guapo e inteligente, yo también lo habría elegido ¿no creéis? Era Sarah la mucha galilea más joven del grupo.

Todas se rieron. David era un hombre muy guapo, de ojos claros, rubio, inteligente… Y era fácil pensar que hubiera sido elegido por eso. Pero Abigail interrumpió su labor y les dijo:

  • ¡Os equivocáis! Samuel no sabía quién iba a ser elegido. Fue acercándose a cada uno de los siete hijos de Jesé que se presentaron ante él y no encontró ninguno del agrado de Yahvéh.
  • Y, continuó diciendo, cuando ya pensaba que no era posible lo que Yahveh le había encomendado, mandaron llamar al más joven, que nadie consideró digno, que estaba con el rebaño. Y a ese, precisamente eligió Yahveh. 

Dijo Abigail concluyendo su intervención y volviendo a su tarea.

  • ¿Cómo es posible que eligieran a un joven sin experiencia frente a sus corpulentos y experimentados hermanos? Preguntó Chloé con su acento griego.

Abigail volvió a intervenir dejando de nuevo su labor:

  • Samuel, me contó que Yahveh no mira como las personas, lo de fuera, sino que mira el corazón, y solo el corazón de David era digno de ser ungido.

Todas hicieron silencio, continuando con su preciosa labor, hasta que Mut que era muy práctica intervino:

  • Pero, el pueblo tuvo que reconocer a David, y no sería fácil con su edad y su poca experiencia.

Abigail cambió de actitud y dejando el telar se situó entre ellas. Inmediatamente las demás hicieron un círculo a su alrededor para escuchar mejor la historia de David.

  • Yahveh dio al pueblo la oportunidad de reconocerle como rey, cuando David venció al gigante filisteo, Goliat.

Las mujeres se miraron entre ellas siempre habían querido conocer una historia que había llegado hasta sus países de origen. David, el rey de Israel, tenía una fuerza sobrenatural que le había permitido vencer en la batalla a un gigante cuando apenas era un muchacho.

Abigail comenzó a contar la historia:

  • Un día en el campo de batalla el filisteo salió de las filas de su ejército y se colocó enfrente de los escuadrones de Israel… ¡me enfrentaré a uno de vosotros y si salgo derrotado entregaré mi ejército! Gritaba Goliat dirigiéndose a los hebreos que se sentían asombrados por su tamaño. Decía Abigail simulando la voz de un guerrero.
  • Los hermanos de David estaban en aquella batalla, y ni ellos ni ningún israelita se atrevió a dar un paso hacia adelante. 
  • ¿Cómo de grande era aquel filisteo? Preguntó Sarah.
  • Según cuentan sacaba dos cabezas a cualquier soldado, además de ser corpulento y bien entrenado. Contestó Abigail, mientras las demás intercambiaban miradas de asombro.
  • ¿Y si David no estaba en la batalla como le venció? Preguntó Chlóe.
  • David, que era demasiado joven para ir a la guerra, estaba con su rebaño cuando le llegó la noticia del reto de Goliat y se dirigió a Saúl, el rey, para decirle que él se enfrentaría a Goliat.
  • Pero… Saúl se negaría ¿no? Interrumpió Sarah con tal cara de preocupación que Mut la abrazó cariñosamente tomándole la cabeza.
  • Claro, continuó Abigail, Saúl y cualquier general se habría negado, pero Yahvéh había tocado el corazón de David y, como ya os he dicho, Yahveh no ve las cosas como los hombres.
  • ¿Y cómo venció David? ¿Yahveh le infundió el arte de la guerra? Intervino Chlóe.
  • No, que va, dijo Abigail divertida por las preguntas que iban surgiendo, lo que Yahveh infundió en David fue una poderosa confianza en sí mismo que le llevó a decir a Saúl que en su oficio de pastor él había sido capaz de vencer al león y al oso que eran más grandes que el filisteo Goliat. 
  • Saúl, continuó Abigail, finalmente dio permiso a David para representar a Israel en el duelo, deseándole la compañía de Yahveh.
  • ¡Vaya historia! Dijo una de las tejedoras que seguía en su tarea incorporándose al grupo.
  • ¡Calla, deja que siga! comentó Sarah que no quería perderse un solo detalle.
  • Bueno, si el final ya lo sabéis reconoció Abigail, David derrotó a Goliat.
  • Sí, pero queremos entender el cómo y el por qué, intervino Mut que se sentía fascinada por ese Yahveh del que tanto había oído hablar.
  • Bueno, admitió Abigail, el cómo estará escrito en los anales de Israel para siempre. David el ungido tomó su onda de pastor frente al bravo y enorme guerrero y con un golpe certero lo derribó. Una vez en el suelo aturdido el ataque fue fácil, y Goliat perdió su cabeza.
  • ¿Con las armas de un pastor? ¿Quién entiende esto? Expresó en voz alta la princesa griega, lo que estaba escuchando rompía sus esquemas.
  • Pues solo lo entenderás si entiendes el misterio de Dios, continuó Abigail, y reconoces que con Él a tu lado todo es posible. Yahveh acompañó a David a la batalla y le hizo capaz de la victoria.
  • Ante eso nadie puede negar la gloria de Yahveh… expresó Sarah con la mirada perdida como si pudiera ver aquello que decía.
  • ¡Claro! Ese es el por qué, dijo Abigail con energía, ¡lo has entendido! La fuerza de Yahveh no está en los grandes acontecimientos sino en los grandes corazones que habitados por Él que son capaces de mover el mundo.

Hubo un silencio sonoro, de aquellos que surgen con la compresión y el asentimiento. Todas reprodujeron en su interior las últimas palabras de Abigail… «grandes corazones habitados por Yahveh».

Pero esta interrumpió el silencio diciendo:

  • A David no le reconocieron rey por su fuerza o su buen entrenamiento. David venció a Goliat porque Yahveh estaba con Él.
  • … el pueblo reconoció a Yahveh cuando vio la hazaña de David, dijo Mut saliendo de sus pensamientos.
  • ¡Eso es! Concluyó Abigail. Pero no solo el pueblo de Israel sino muchos filisteos y gentes de otros lugares… una historia así es digna de ser contada.

Todas quedaron en silencio, volvieron a su tarea y guardaron en su corazón lo que habían aprendido ese día con Abigail.

Carmen Picó Guzmán

Historia basada en los capítulos 16 al 25 del primer libro de Samuel

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