Voces del Carisma: Sarita

  • Nombre: Sarita
  • Un color: Anaranjado
  • Un sonido: El mar
  • Un olor: El campo recién amanecido
  • Una huella en mi vida: Trabajar en una guardería
  • Una experiencia de fe: Encontrarme con el Dios de Jesús que camina a mi lado
  • Una certeza: Dios me AMA
  • Un sueño: Que soñemos junt@s una tierra libre, justa, donde todos tengamos cabida con nuestras diferencias siendo bendición l@s  un@s para l@s  otr@s.

¿Por dónde empezar? Pues por el principio, no faltaba más.

Soy Sarita, soy cubana, vivo en La Habana y soy Sierva de San José desde hace 21 años. Y quiero compartirles momentos que me llenan y plenifican.

Desde muy pequeña aprendí a amar y respetar la creación y a sentirme parte de ella, como hija de Dios.

Cuidar y alimentar la VIDA, es una responsabilidad con la que me siento a gusto, una manera de devolver el amor recibido a lo largo de mi vida.

Hacerlo con humildad, generosidad y con creatividad, para que cada instante sea un espacio dinámico, de alegría, luz y esperanza es un gran reto. El trabajar con niños pequeños de 1 a 2 años de edad, es un regalo incalculable de Dios, ellos cada mañana al llegar a la guardería, me ensanchaban el corazón con su cariño sincero, su alegría, espontaneidad y transparencia. Disfrutar con las cosas sencillas, reír por el simple hecho de reír, compartir canciones, despertar el gusto por la música… son tesoros que guardo y comparto con amor.

En ocasiones me atrapa la impaciencia y pierdo el horizonte, y es ahí donde me encuentra el Señor y me invita a que lo mire, a que le descubra en esa realidad que me cuesta. Hago un alto, respiro y agradezco, y vuelve otra vez el buen humor y la sonrisa a mi rostro. Son esos los momentos en los que estoy más cerca de Dios en mi jornada, al hacer de mi servicio oración y de mi oración trabajo.

Hermanas, sobrinas, amigas me han compartido experiencias como estas y siempre han regresado al Amor que las mueve a actuar, eso es lo que nos salva.

Es la oración la que me devuelve a lo más auténtico, donde escucho y soy escuchada.

Celebrar, agradecer y compartir, alimentan mi existencia. Celebrar la vida con mis hermanas de comunidad es una oportunidad que no pasamos por alto, la buscamos y preparamos entre todas, damos gracias por el regalo que somos las unas para las otras.

Celebrar y compartir la Palabra fortalece nuestra fe, renueva nuestra vocación, unifica la comunidad. El itinerario de los “Grupos de Jesús” de José Antonio Pagola, que nosotras llamamos familiarmente “Amigos de Jesús” es como el agua fresca en la boca del caminante. Acoger nuestras experiencias de Dios, lo que nos va diciendo a cada una desde su Palabra, es riqueza y complemento, es fuerza para el camino y sobre todo, vínculo de comunión. Es el Señor que nos une.

Desde hace unos años vivo en un Hogar de ancianas. Un intercambio de experiencias, ellas me enseñan a simplificar, a agradecer, a soltar, a vivir el evangelio: “cuando vas de camino ve primero a reconciliarte con tu hermano…”, a no dejar cuentas pendientes, a palpar la generosidad de Dios y el Amor con que nos ama y perdona, y yo les acompaño en esa ruta con alegría, con la guitarra y con mucho cariño.

Aprender y enseñar, es una tarea de toda la vida y el Taller Nazaret, un espacio para niñ@s, adolescentes y jóvenes ubicado en el Cerro, un barrio de La Habana, que me ha regalado la posibilidad compartir, junto con un grupo de monitores, el tesoro que Dios puso dentro de mí. Primero como destinataria y luego como educadora en una “fábrica de arte” en pequeña escala: tejido, bordado, corte y confección, pintura, guitarra y baile, entre otras opciones.  Ver crecer la vida, amar y ser amadas por los pequeñ@s que se hacían, en un abrir y cerrar de ojos, hombres y mujeres, por sus padres, abuelos… es sentir que lo del “ciento por uno” se hace realidad en mí. Agradecer la certeza de que nuestra familia es “numerosa”. Contemplar a Dios en las personas, en la creación, es un ejercicio diario.

Cuando comprendí que no había otro lugar en el que sería FELIZ plenamente,  más que “trabajando a tiempo completo en su viña”, encontré en el Taller Nazaret y la comunidad Siervas de San José, la espiritualidad con la que sintonizo. Su sencillez, alegría y fraternidad, el estilo de trabajo, la oración desde la vida, Dios en medio de lo pequeño, confirmaron mi búsqueda, reconociendo: esto es lo mío, así me sueño… y me quedé.

Y cada día puedo dar gracias a Dios, por el regalo de ser mujer y consagrada.