Salmos Bonifacia
¡Qué deseables son tus moradas, Señor del Universo!
Saliste al paso de mi vida
Y entre los cordones que tejía
Encontré, Señor, tu morada y tu grandeza.
En mi humilde taller
Se fue bordando despacio
Tu nombre en mi corazón.
¡Mi corazón y mi alma retozan por el Dios vivo!
Y ya no quise otra cosa que sentirme viva,
Ya no quise otra cosa.
Mi ser saltaba de gozo
En tu presencia
Y mis pies buscaron los caminos
De tu casa en Nazaret.
¡Dichosos los que habitan en tu casa alabándote siempre!
Limpia como el agua de la fuente de la esquina
Quise ser a tus ojos.
Fuerte como montañas me hiciste, Señor.
Y me quedé en tu morada
Saboreando en silencio tu presencia.
Señor, tu eres mi refugio
desde el día que nací.
Señor, tu eres mi refugio
desde el día en que me dieron un nombre.
Antes que naciesen las montañas
o fuera engendrado el orbe de la tierra,
desde siempre y por siempre tu eres Dios.
Nunca merecimos tu dedicación
pero tu amor nos hizo valiosas.
La vida de cada día es dura,
pero tu presencia generosa
nos ayuda a llenarla de felicidad y alegría.
En el dolor luchas a nuestro lado,
en la esperanza nos empujas,
en el gozo disfrutas con nosotras.
Tu bondad está a nuestro lado
y asegura las acciones de nuestras manos.
Gracias porque nos llamas a convertirnos en lo mejor de nosotras mismas.
Tú, señor, esperas mi oración,
eres fiel, estás siempre a mi lado.
Tu nunca me juzgas aunque soy muy débil.
Los enemigos de mi vida no me dejan.
A menudo las tinieblas nublan mi vida.
Mi espíritu se encoge,
se me queda helado el corazón.
Recuerdo los buenos momentos,
considero tus maravillas
y medito las acciones de tus manos.
Extiendo las manos hacia ti:
como tierra reseca, mi alma tiene sed de ti.
Tú en seguida me respondes,
cuando me falta el aliento.
No me escondes tu rostro,
no me dejas hundirme.
Me haces sentir por la mañana tu favor,
Cuando pongo mi confianza en ti.
Me enseñas el camino a seguir,
cuando levanto mis ojos a ti.
Me libras de los obstáculos,
cuando me acojo a ti.
Hacer tu voluntad es mi deseo,
pues tu eres mi Dios.
tu aliento me guía por tierra llana.
Señor, tú me conservas la vida,
tu bondad me salva.
Alabad al Señor porque es bueno,
porque es eterno su amor.
Lo experimentó la casa de Israel:
su amor es eterno;
Lo experimentó la casa de Aarón:
su amor es eterno.
Lo experimentaron todos los creyentes a lo largo de la historia:
su amor es eterno.
En la dificultad invoco al Señor
y él me escucha y me libra.
El Señor está conmigo: nada temo;
¿qué me pueden hacer los demás?
El Señor está conmigo: él es quien me ayuda: cualquier conflicto será derrotado.
Mejor es la debilidad del Señor que el poder de los seres humanos.
Mejor es poner su confianza en el Señor que fiarse de los influyentes.
El Señor es mi fuerza, mi canto, él es mi salvación
Estoy llamada a la vida
y cantaré las obras del Señor.
Abridme las puertas de vuestra casa:
quiero cantar y dar gracias al Señor.
Gracias Señor, porque eres mi salvación.
La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
nos admira su obra.
Este es el día que actúa el Señor:
¡vamos a festejarlo y a celebrarlo!
Tu Señor, nos salvas,
tu Señor, das éxito a nuestras empresas.
¡Benditas en nombre del Señor las que aquí estáis!
El Señor es Dios, el nos ilumina.
Tu eres mi Dios, te doy gracias,
Dios mío, yo te ensalzo.
Dad gracias al Señor porque es bueno,
Porque es eterno su amor.
Yo pensé: en medios de mis días
todo se derrumba
la muerte se apodera de mí.
Levantan y enrollan mi vida
como una tienda de pastores.
como un tejedor, devanaba yo mi vida,
y me cortan la trama
Estoy piando como una golondrina,
gimo como una paloma.
me oprimen, pero tu sales, Señor, fiador por mi.
Padre-Madre, creas en mí un corazón puro,
me renuevas por dentro con espíritu firme;
pones en mí tu mirada,
me ofreces tu gracia.
Me das la alegría de tu salvación,
me afianzas con espíritu generoso:
me llamas a ser portadora de tu perdón.
Dios, salvador mío,
mi lengua canta tu bondad,
mis labios proclaman tu alabanza.
Me curas, me haces revivir,
la amargura se me vuelve paz
cuando siento tu mano sanadora.
Padre-Madre, gracias por tu fidelidad
y tu salvación.
Esa será nuestra alegría en nuestra casa
todos nuestros días
El Señor es mi luz y mi salvación ¿A quién temeré?
El Señor es baluarte de mi vida ¿de quién me asustaré?
Cuando llega la amenaza hasta mí
no dejo que la derrota me pueda.
Mi corazón se mantiene firme.
No dejaré que nada me haga perder la confianza en el Señor.
Sólo deseo permanecer enraizada en Dios, pues experimento que Él me arropa en mi debilidad, me abre sus entrañas maternas y se convierte en roca para mí.
Ya puedo mirar de frente a mis enemigos/as.
Si un ejercito acampa contra mí, mi corazón no teme;
Si entran en batalla contra mí, aun así yo confío.
Una cosa deseo y eso busco:
Habitar en la casa del Señor todos los días de mi vida.
El me guarecerá en su cabaña a la hora del peligro;
Me esconderá en lo escondido de su tienda, me alzará sobre roca.
Señor, tu eres mi único auxilio y no me abandonas en mi debilidad.
Me ofreces tu salvación en el silencio de la noche.
Todos/as me han abandonado, pero tu no lo harás.
Quisiera no equivocarme en este nuevo camino que inicio en tu nombre; me siento sola y traicionada, se levantan contra mí testigos falsos, acusadoras violentas.
Yo espero gozar de la dicha del Señor en medio de la vida.
SalmoEra una mujer sencilla, de aldea.
La llegada de Jesús le cambió la vida.
Pero ella dijo: haced lo que el os diga
Y lo acompañó en el camino.
Era María, la de Nazaret, su madre
(Música)
Cogía agua en el pozo de Jacob,
cuando Jesús llegó a ella sediento.
Pero ella dijo: dame de tu agua.
Y desde aquel día fue su seguidora.
Era la joven de Samaría la que lo arriesgó todo por un agua nueva.
(Música)
Caminaba casi invisible entre el bullicio de la gente,
con miedo de ser descubierta en su impureza.
Pero ella dijo: le tocaré el manto y estaré curada.
Y Jesús le regalo la vida
Era la hemorroisa, la que trastocó lo establecido.
(Música)
Tenía su casa a la orilla del lago,
la fiebre la retenía cuando Jesús
la tomó de la mano.
Pero ella dijo: me pondré a servirle.
Y su hogar fue el del maestro
Era la suegra de Pedro, la de Cafarnaún, la que hospedó a Jesús
(Música)
Era extranjera y su hija estaba enferma.
Temía acercarse a Jesús porque no era de los suyos.
Pero ella dijo: también los perritos comen las migajas que caen.
Y su gesto abrió el evangelio a los que distintos
Era la cananea, la mujer de fe que lo arriesgo todo.
(Música)
Su audacia fue mayor de lo previsible.
Su condición de mujer la relegó a papeles secundarios.
Pero ella dijo: he visto al Señor y me ha dicho esto.
Y Jesús la contó entre sus más queridos discípulos.
Era María, la de Magdala, la primer testigo de la resurrección.
(Música)
Bonifacia también se sintió portadora de un mensaje de vida:
“Configurarse con Jesús que ora y trabaja en Nazaret”
y soportó a los incrédulos e incrédulas que le daban la espalda,
apostó por el maestro, reconociéndolo en el camino.
Nuestra fundadora no temió ante lo nuevo,
no se ató al pasado,
sino que corrió a anunciar lo que se había grabado en sus entrañas:
la Buena Noticia de Dios.
Ella vio más allá de la evidencia y moldeada por el silencio,
dio a luz el taller josefino
como respuesta de Dios a la mujer trabajadora y pobre.
Buena, mil veces buena
Te atreviste a ser Bonifacia, amiga,
Buena, mil veces buena.
Para acercarte a una flor sin marchitarla,
para sembrar arco iris en las esquinas
y sonreír al rocío de la mañana.
Buena, mil veces buena,
Para hacer en silencio tu camino
Y amanecer pobre junto a una estrella cada día.
Buena, mil veces buena,
Y así fue la ternura tu destino
Y dar la mano sin miedo al enemigo, tu promesa.
Buena, mil veces buena
Te atreviste a ser,
Aunque te llamasen tonta
Y vieses fracasados en los labios muchos intentos.
Buena, mil veces buena,
Aunque pareciese inútil
Y la historia dejase sobre la hierba
Tu página de su cuaderno.
Buena, mil veces buena,
Para que Dios mismo
Pintase en ti cada atardecer un beso
Y así abrazar junto a Él el universo.
Buena, mil veces buena,
Quisiste ser, para amar, servir y trabajar,
Para unir, rezar y construir,
Sin que la distancia se convirtiese para ti en cobardía.
Buena, mil veces buena,
A imagen y semejanza de nuestro Dios
Te empeñaste en ser para siempre.
Palabra del Señor a su amiga:
camina a mi lado
que pondré el mal fuera de tu alcance.
El Señor te ofrece el poder
de amar a tus enemigos.
Eres hija desde el día que naciste,
te hizo a su imagen y semejanza
desde tu creación.
El Señor te lo prometió y no se arrepiente:
la vida humana es su mayor alegría,
tu felicidad, su gloria.
A tu lado el Señor destruirá la injusticia.
Bebe de su fuente y mirarás de frente la historia.
Como en tus mejores tiempos,
cuando tu entusiasmo y tu pasión
llenaban tu pequeño taller,
y la asociación josefina crecía a tu lado,
y encontraban vida e ilusión,
porque tu esperanza y tu fe,
posibilitaban nuevos horizontes.
Como en tus mejores tiempos,
así también hoy entre nosotras.
Como en tus mejores tiempos,
cuando, bajo la luz de la luna
y sin más testigos que las estrellas,
te encontrabas con el Dios de la utopía,
y te sentía mujer trabajadora y pobre.
Cuando soñabas con caminos sin explotar,
con palabras nuevas para realidades nuevas y
sentías a Dios, hacerse uno de tantos en Nazaret.
Como en tus mejores tiempos,
así también hoy entre nosotras.
Como en tus mejores tiempos,
cuando sufrías incomprensión y te fiabas,
como aquel 1 de julio, cuando tu horizonte se rasgó,
y supiste lo que es sostener la fidelidad,
amar al que te rechaza
y soñar con la reconciliación,
pues tus raíces estaban en Cristo
al que habías entregado tu vida.
Cuando disfrutabas viendo crecer a tus hijas,
y las animabas a no perder la fe y la esperanza.
Como en tus mejores tiempos,
así también hoy nosotras,
bajo la luz de la luna
y sin más testigos que las estrellas,
cada una con su pequeña historia,
cada una con sus sueños y esperanzas,
con fracasos y aciertos en el camino.
Años y años desde aquel comienzo,
con el mismo tesoro entre las manos
que tú un día nos legaste
Como en tus mejores tiempos,
así hoy y siempre, también nosotras
Quiero poner mi pie
sobre tu huella.
Quiero sentir tu paso
al doblar la esquina.
Quiero, en fin, Bonifacia
pisar de nuevo tu vereda.
En el taller sencillo
donde el silencio habla
las manos acarician
y las miradas sueñan.
En el sendero oculto
donde nace la vida,
la lucha se hace justicia
y el futuro se encarna.
En la subida oscura
donde la ausencia se siente,
los colores se hacen negro
y las respuestas se callan.
Quiero poner mi pie junto al tuyo,
descalzo y húmedo
de lluvia y arena,
entre la tormenta y la calma.
Y seguir a tu lado la huella
que Jesús dejó grabada
en las playas de esta tierra.
Confía en el Señor y haz el bien,
Habita una tierra y cultiva la fidelidad;
Sea el Señor tu delicia
Y te dará lo que pide tu corazón.
Encomienda al Señor tu camino,
Confía en él, que él actuará:
Hará salir tu justicia como la aurora,
Tu derecho como el mediodía.
Descansa en el Señor y espera en él;
No te exasperes por el que triunfa
Empleando la intriga.
Cohíbe la ira, reprime el coraje,
Pues los marginados poseerán la tierra
Y disfrutarán de gran prosperidad.
El Señor asegura los pasos del hombre
Y se ocupa de sus caminos.
Aunque tropiece, no caerá,
Porque el Señor lo tiene de la mano.
Espera en el Señor, sigue su camino
La salvación de los honrados viene del Señor,
Es su alcázar durante el peligro.
Que no basta con decir quiero,
Que hay que engancharse a la vida
Y romper injusticias
Y unir corazones.
Tu vida dice:
Que no basta con decir sueño
Que hay que mancharse las manos en el barro de los pobre,
En las la tristeza de las lágrimas.
Tu vida dice.
Que no basta con decir, vale
Hay que mezclarse
En la historia
Del que nos hace daño
Del que no nos entiende.
Tu vida dice, Bonifacia
Que ame, sienta y eso basta